“Entre los ríos y la lluvia, una ciudad para pensar”. El enunciado, que decía se le había ocurrido a la altura de Huellelhue en uno de sus viajes en tren a Valdivia, resume el primer gran logro que quiero destacar, de entre los muchos alcanzados en la benemérita carrera académica del Dr. Igor Saavedra y que ya han sido extensamente glosados por la prensa. Y lo hago, porque refiere a que fue guía e ideólogo del Instituto de Verano de Física, que instaló a la Universidad Austral de Chile y a la ciencia que en ella desarrollaban investigadores y docentes, en el mapa internacional. E hizo esto, creando entrañables lazos con sus alumnos que, luego de un ritual pisco sour en el Schuster, partían en caravana a dejarlo a la estación de ferrocarriles para su viaje de regreso. Me gustaría que esas 10 palabras fueran el emblema de Valdivia. Agradezcamos la oportunidad de pensar en un entorno maravilloso.
Lo segundo, tiene un carácter más general. Es una idea que se vio explicitada en las inauguraciones del ya citado Instituto. Hubo siempre en esa instancia, música, teatro, cine, pintura. Igor Saavedra creyó en la indisoluble unión que debería haber entre ciencia y arte. Una dedicatoria suya en un libro expresaba: “Shakespeare y Newton unidos, jamás serán vencidos”, lo que refleja un caso particular de: “La ciencia y el arte unidos, jamás serán vencidos”. Fue en esta instancia que tuve el honor de conocerlo. Viene a mi memoria una conversación, junto al río, por supuesto, en que se explayó sobre un programa de mano de obras de Pirandello y Chejov, que con el TIC, habíamos presentado en la inauguración del ya referido Instituto, por allá por 1983. Había yo escrito algo como que las ecuaciones de la Mecánica Clásica me parecían el Clave bien temperado de Bach y la Teoría de la Relatividad se me asimilaba a la Novena Sinfonía de Beethoven. Rememoro especialmente esa entrañable charla con el profesor, como la sin igual expresión de un espíritu brillante desplegando ante nosotros ideas que deberían ser faros para nuestra extraviada humanidad.
Humildemente recuerdo en estas palabras, que espero inspiren otras memorias, a un hombre que compartió tres de las cualidades más admirables en un ser humano: inteligencia, sentido del humor y sencillez. Todo lo demás viene por añadidura.