EL SEÑOR FEUDAL

Así como el siervo debía servir a su señor, este debía proteger a su siervo. Debía preocuparse de su cuerpo y de la salvación de su alma. En medio de la terriblemente injusta situación del medioevo europeo, esta cláusula, de base económica, era cautelada por la moral de la iglesia católica, única capaz de plantearse ante los señores feudales, en naciones desestructuras y regidas por soberanos con escaso poder, literalmente, real. El desplome del mundo medieval, incapaz de resolver sus contradicciones internas, encumbra al poder a reyes, sin el don de ver, y por lo tanto de prever, que, en manos de aquello que los sostenía monetariamente, la despreciada burguesía, perdería, unos siglos más tarde, el poder y… la cabeza. Nuevamente literal. El capital, con y a costa  del trabajo, impulsará la sociedad industrial y su hija tecnológica, nuestra sociedad llamada de la información. Señores feudales y reyes vivían en el temor de Dios, que les obligada a ser misericordiosos con sus siervos. Los capitalistas son, inmanentemente, despiadados. La falta de piedad es parte esencial de su ser. La competencia en el mercado es su diosa única y el que no adora a su diosa es desterrado al oscuro mundo de la mediocridad y la pobreza.

Esa es la situación que vivimos en Chile, desde que el incipiente capitalismo de hace doscientos años se hizo con el poder fundando la República. El poder se asienta en el dinero. Este último compra dos insumos fundamentales para su perpetuación: en lo material, la fuerza de las armas; y, en el plano intangible, una estructura intelectual ideológica. Por ponerles nombre y apellido en la historia reciente: Augusto Pinochet y Jaime Guzmán.

Una de las funciones fundamentales de la estructura ideológica del poder es fijar sus límites. Cuando esta función se debilita, el poder se desborda, transgrede sus propios límites y se produce lo que se llama una revolución. El sol y las estrellas dejan de girar en torno a la tierra y el sistema colapsa. La historia está llena de estos ejemplos.

Y la ideología de nuestra elite se quedó en la dictadura. Está tensando el elástico más de lo que su propia estructura ideológica le debería permitir. Y en este caso, los que entienden de qué se trata prefieren a Lagos. Piñera no tiene límites en el estiramiento del elástico.

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