¿Y EL AMOR?

Todos quienes trabajan en educación hoy en día pasan buena parte de su tiempo participando de la planificación en sus distintos niveles. Desde lo que puede ser un plan nacional, hasta la maestra que planifica su clase de la próxima semana. Todo esto está muy bien, no cabe duda ¿Cuál es el pero? Como en todas las cosas llevadas al extremo, cuando la planificación, las metas, las competencias, los contenidos, los objetivos transversales, los ejes y tantos otros conceptos teóricos pasan a ser ídolos, se pierde la esencia de lo humano. Pasa con los fanatismos de cualquier tipo: políticos, religiosos, económicos. Las lecciones de la historia y las noticias cotidianas lo demuestran.

Hay un libro maravilloso de Humberto Maturana y Francisco Varela —dos de nuestros más preclaros pensadores— que lleva por nombre: El árbol del conocimiento. Es ciencia. No sé bien cómo podría catalogársela: ¿biología antropológica, neurociencia, biología del conocer o del conocimiento? Poco importa. Lo clave, para nuestros propósitos, lo puedo resumir en dos citas del texto: ”Este libro (…) nos libera de una ceguera fundamental: la de no darnos cuenta que sólo tenemos el mundo que creamos con el otro, y que sólo el amor nos permite crear un mundo en común con él.” Y también: “Sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad”.

El deslumbramiento del maestro, esa felicidad única que proporciona el niño que aprende a leer, la niña que comprende de pronto por qué suceden las estaciones, los que se maravillan con el teorema de Pitágoras, ríen con las aventuras de Don Quijote, ven por vez primera el conejo en la luna; ese acto producto del amor de un maestro, de una maestra, que es el espíritu mismo del enseñar —poner las señas para que el niño, el joven, descubra el tesoro del conocimiento— y que provoca la verdadera felicidad de aquel que educa por vocación, no está en las matrices curriculares, ni en otros constructos semejantes.

Los profesores, agotados por las horas y horas de trabajo burocrático, llegan exánimes al momento en que deben estar más radiantes y más puros: al acto de amor que es la enseñanza. Por favor, señores de las lejanas oficinas donde se planifica, dejen a los maestros y las maestras ser felices. El amor los necesita.

Un comentario en “¿Y EL AMOR?

  1. Verónica Valenzuela dijo:

    Completamente de acuerdo. Nos destierran del amor, por eso hablar del placer de aprender se considera hoy una herejía, una pérdida de tiempo, un crimen contra la «eficiencia». Lástima que no puedo contar aquí una anécdota a propósito de tu columna (los involucrados aún viven). El asunto es que la eficiencia, sea cual sea su justificación histórica, sólo nos conduce a una inteligencia estúpida, vacía, alienada. Parafraseando tu Kallfü diría que un mundo gobernado por un sentido mecánico de la eficiencia nos conduce a la catástrofe del Eros, del amor. Pero, como dice la maravillosa Scarlet: «Mañana es otro día», y yo agrego: «hoy es mañana»: o sea, en tanto arda el fuego del corazón hay amor, hay placer, hay gozo, trabajo y creación… hay seres humanos.

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