LA SIERRA ASERRADA

En mi niñez, allá por los años antes del terremoto —así como la historia universal hay un a.c. y d.c., los valdivianos tenemos un a.t. y d.t.— vivida intensamente en la casona de Aníbal Pinto 1070, había tres almuerzos que me encantaban particularmente: el chupe’e queso, los panqueques de papa con mazamorra de manzanas y la sierra desmenuzada ¿En qué consiste?

Hablemos antes dos palabras de la sierra. Es el pescado típico de Valdivia, como lo es la “pesca” en otras latitudes. Medía una sierra en aquel entonces un metro, centímetros más, centímetros menos, y costaba un peso.

Recuerdo a mi Tata llegando a casa con una sierra al hombro. Debía medir al menos un metro y medio. Escandalizada, mi mamá le dice: —Reinaldo, pero cómo pasaste por todo el centro con ese animal al hombro.

—Y el apellido sigue ahí mismo— respondió mi Tata, continuando orondo su camino a la cocina.

Bueno, vamos a la receta. Una vez manducado —nunca, nunca completamente— uno de esos bellos animales, que había sido asado a punto en su cama de cebollas con ajo, mantequilla abundante, cilantro (bueno, pero no tanto) y unas gototas de vino blanco, se guardaban los restos para el día siguiente y se procedía de este modo:

la carne de la sierra se desmenuza retirando todas las espinas. Esta carne se aliña con cebolla y cilantro, finamente picados; pizquita de sal, un poco de aceite de oliva y mayonesa casera. En ese tiempo, creo que ni siquiera existía la mayonesa industrial. Una vez bien mezclados los ingredientes, se disponían un par de cucharadas —de las antiguas, no esas cucharillas de ahora que apenas son para comer postre— de la pasta de sierra y embelecos sobre unas grandes hojas de lechuga levemente aliñada y un pocillo con ají verde picadito “al aguaite”… y:

¡El cielo quedaba y queda al alcance de la mano!

CHUP’E QUESO

Era este cuando niño uno de mis platos caseros favoritos y sigue siéndolo. Se contaba en casa que un antepasado seducido por su delicia, provista de abundante queso, que cuelga del tenedor cuando el comensal se lleva un bocado  la boca, había enredado los hilos del queso en su florida barba. No queriendo demorar en limpiársela, había simplemente cogido un cuchillo y la había cortado.

Se non è vero, è ben trovato.

Ingredientes:

Una cebolla grande

Dos dientes de ajo

Aceite de oliva Seguir leyendo

SOPA DE HARINA DORADA

En la necesidad, el pueblo ha creado, con los más humildes materiales, platos reconfortantes, nutricios y alegradores. Evidentemente, esta sopa es una variación de la salsa roux, cosa que tenía sin cuidado a las cocineras de antaño, que jamás oyeron hablar de una franchutada como esa. Los materiales son los mismos: alguna grasa —aceite, manteca—, ajo, cebolla, harina blanca y agua.  Sólo difiere la preparación. Y esa diferencia hace una mutación clave: de salsa acompañante pasa a plato principal. De segundo plano a primerísimo primer plano. De comparsa a prima dona. Quizás haya, a veces, otro par de diferencias fundamentales: el insustituible amor de la cocinera por sus comensales y esa relación casi mística que nos atrapa cuando la humildad nos calienta el corazón.

Cada vez que vuelvo a prepararla, su aroma y su sabor me recuerdan el olor a la leña del otoño valdiviano, el tintinear de los platos, las rancheras en la radio y al entrañable Peneca. En la niebla suspensa de la calle se escucha a lo lejos: “¡Casi caliente piñoneh!”. Preparo la cuchara, mientras mi mamá hunde el cucharón en la sopera y deja caer el líquido humeante en el sólido plato Lozapenco

 

INGREDIENTES

4 cucharadas colmadas de harina blanca

1 cucharada de manteca (1/8 poco más o menos) o dos cucharadas de aceite

1 cebolla mediana

2 dientes de ajo

1 ½ litro agua fría más o menos (según quiera la sopa más o menos espesa)

Sal a gusto

 

UTENSILIOS

Olla

Sartén ancho

2 cucharas de palo

Cucharón

Dore la harina blanca en un sartén seco hasta que adquiera un hermoso tono dorado, moviéndola con cuchara de palo (¡Cuidado! Si se quema, se pone amarga). Reserve. Pique muy en menudo la cebolla y el ajo. Haga un sofrito en una olla con la materia grasa elegida. Agregue la harina dorada formando una pasta y de a poco vierta el agua fría en la olla, revolviendo constantemente para que no se formen grumos. Hágala hervir mínimamente cuando se haya agregado el agua que usté vea le da a la sopa la espesura que le agrade.

A mí me gusta tal cual sin más, pero hay quienes agregan crutones de pan frito, un chorrito de aceite oliva o un cilantrito caído. Usté peque a su gusto.

Notas al pie:

-No tema modernizarse: en vez de picar cebolla y ajo, procese con el aceite en la mini pime.

-Recuerde que las cucharas antiguas eran más grandes que las cicateras cucharas actuales.

-El pan amasado o la marraqueta con mantequilla acompañan muy bien.

-Un vaso de buena chicha de manzana o un carménère livianito terminan de elevar el espíritu.

El mismísimo Poverello, el humilde San Francisco de Asís, recomendaría esta sopa.